Columna Semanal

¡De vagabundo a empresario!

La columna de hoy es una de las claves de mi libro, 50 claves del éxito.

Hace unos cuatro años estuve de vacaciones en México, fui al mismo destino del año anterior. En ese viaje cuando salí del aeropuerto a esperar mi transporte me crucé con un joven de unos 22 años que estaba muy mal vestido y muy delgado, se me acercó y me dijo tímidamente si me podía llevar la maleta; le dije que no, que gracias y me puse a conversar con él.

Le pregunte para quien trabajaba y su respuesta fue: Para nadie; y de que no se suponía que este aquí…me conto que estuvo preso, y que nadie le daba trabajo, que tiene un hijo de 12 meses y una esposa que alimentar. Le pregunté: ¿Qué trabajo te gustaría realizar? Respondió: Cualquiera que me permita ganar unos $300 pesos diarios.

Le dije si yo te digo que hoy puede ser el primer día de tu nueva vida, ¿tú me crees? Se sonrió y me dijo: “no sé”. Le dije: Si tú haces caso a lo que te voy a decir, en menos de un año tú cambias tu vida y ganarás más de $1000 pesos al día. ¿Estás dispuesto a hacerlo?
Me respondió: creo que sí. Mi respuesta fue: La próxima vez que nos veamos te preguntaré lo mismo y si estás seguro de que me harás caso, seguiremos hablando y me subí a la camioneta que me estaba esperando. El joven se acerco y me dijo ¿qué tengo que hacer? Me bajé del vehículo, le pedí al chofer que me esperara unos minutos, nos sentamos en un costado de la calle para hablar.

Le pregunté: ¿quién es la persona que más quieres en tu vida? Me dijo mi hijo y esposa; Ok, necesito que me prometas en su nombre que seguirás mis consejos y no te rendirás hasta que consigas tu propósito.

Me miró con atención y dijo, “se lo juro”. Su nerviosismo y anticipación eran tan claros de que en ese instante sintió que algo bueno estaba por sucederle.

“Mañana volverás aquí, pero te vistes con la mejor ropa que tengas y te peinas como el día que te casaste. Luego irás a todas las agencias de taxi y transporte que hay en el aeropuerto y que no te quisieron dar trabajo; le preguntas al dueño o gerente; cuánto dinero te da por cada cliente que le traes para que use su servicio; supongamos que te dice $30 pesos, luego vas a la competencia y preguntas lo mismo, pero diciendo que ya te ofrecen $30 pesos pero que es poco, si te ofrecen más los eliges a ellos para traerles tu negocio”. (Sin que él lo sepa, con esto, dejó de pedir limosna o un favor para que le den un trabajo y paso a hacer el, un favor a esa empresa. (Muy importante para lo que viene luego)

Y continué… “Una vez que tienes la cantidad mayor, vuelves al que mejor te trató y con el que más cómodo te sentiste y le dices; “Sr., me ofrecen $50 pesos en su competencia, pero me gustaría más trabajar con usted, se ve que es una persona honesta y yo lo ayudaré a que haga más viajes cada día, solo necesito que me pague $50 no más y desde este momento me pongo a trabajar. (Recordemos que $50 pesos son unos $4 dólares)

En el instante que sabes para quien trabajas, comienza tu nueva vida; te irás a la salida internacional del aeropuerto y te acercarás con respeto a la gente y les dirás, quiere que lo ayude con sus maletas, no le cobraré nada, ni necesita darme una propina, mientras le llevas las maletas les das la bienvenida y le regalas un mapa de la ciudad, en ese instante le ofreces un transporte seguro y que es el más económico. Créeme que de cada 4 personas, mínimo una seguirá tu consejo”.

Sólo necesitas seis personas por día para ganar tus $300 pesos sin contar las propinas que recibirás, y en ese momento comenzará tu nueva vida.

Luego le hablé de cómo llegarle a la gente y cómo hacer que la gente lo escuche. El joven de nombre Francisco comenzó a llorar y me prometió seguir mis consejos. Le dije: Una más, aquí tienes XXX pesos para que te compres una camisa y un pantalón, esto no es un regalo sino un préstamo comercial para comenzar tu negocio, cuando nos volvamos a ver me devuelves mi dinero, ¿de acuerdo? Me dijo que SI.

No supe más de él, pero en otro viaje cuando estaba llegando al aeropuerto me acordé de todo esto y me preguntaba si volvería a ver a Francisco. Lo busqué pero nadie supo decirme nada. Me fui al hotel y me olvidé de todo.

El día que estábamos en el aeropuerto para volver a Miami, ya listos para hacer la fila y despachar nuestras maletas, entré con uno de mis hijos a un local a comprar agua y algunas golosinas. Escuché una risa contagiosa, y aunque le parezca mentira… ahí estaba Francisco sentado riéndose, tomando un refresco con un amigo, la emoción me invadió nos vimos, se levantó y me estrechó la mano, nos dimos un fuerte abrazo y le confieso que se nos cayeron unas lágrimas.

Francisco ya era empleado oficial de la misma agencia de transporte con la que comenzó y además tenía la responsabilidad de recibir clientes que reservaban los servicios por adelantado vía internet. Me contó orgulloso que ganaba $600 pesos al día Lo felicité y le pregunté “¿Cuál es tu próxima meta?” Me dijo “Sr., ya gano más de lo que yo necesitaba, ya no tengo más metas.” Me dio las gracias y con esa actitud digna de quien sabe agradecer me dijo “Acá está su dinero”…

Esa honestidad en la mirada que suelen tener las personas humildes, modestas y con gran integridad me inspira. Le agradecí, tomé el dinero, y en menos de cuatro minutos que tenía disponibles, le dije: “Estoy orgulloso de ti, pero creo que me debes más que este dinero por haberte ayudado a cambiar tu vida, ¿estás de acuerdo? Asintió y me dijo ¿Cuánto dinero quiere? Me sonreí, “Quiero que siempre que consigas llegar a una meta, comiences a pensar en la próxima. ¿Tienes teléfono? NO, ¿tienes carro? NO ¿tienes tu propia casa? NO, ¿llevaste a tu familia de vacaciones? NO ¿te gustaría tener todo eso?” Sí. ¿En dónde estarás el año que viene cuando nos veamos?

Su mirada desconcertada y un tanto incrédula, me dijo: No sé… entonces sucedió algo mágico. Le pregunté si sabía manejar un automóvil y me dijo que no. Eso detonó la siguiente lluvia de ideas y pasos concretos para establecer la nueva meta. Le devolví el dinero, se lo volví a prestar y le dije ”quiero que se lo des a algún amigo que tenga carro y que te enseñe a manejar, luego quiero que busques a un taxista o a un compañero de la agencia y le ofrezcas dinero a cambio que un fin de semana y te lleve a recorrer todos los hoteles y aprendas en dónde está cada uno; luego irás a la agencia más prestigiosa de transporte privado en Cancún y le dirás que estás entrevistando a las mejores agencias para decidir con quién quieres trabajar, hablarás con seguridad y te venderás como el mejor vendedor que ellos hayan visto.
Si es necesario, les ofreces trabajar gratis una semana para que vean lo que puedes aportar a la empresa y el año que viene además de devolverme mi dinero, quiero que me lleves gratis a mi hotel en una limusina. Durante ese viaje hablaremos de tu próxima meta.

Antes de despedirme, alcancé a decirle una cosa más… Desde hoy recuerda que en la vida hay que dar para recibir. A mí me tomó mucho tiempo y trabajo entenderlo; si quieres recibir más de la vida, ayuda a personas como tú a que hagan lo mismo. Te hará sentir mejor y estarás contribuyendo a forjar el futuro de mucha gente.

Me miró con gratitud y dijo: “Señor, ya lo estoy haciendo, dos de mis hermanos trabajan conmigo”; Te tomó mucho menos tiempo que a mí darte cuenta de esa realidad y te felicito.

¡Hasta la próxima semana!

Daniel Rutois

Motivador financiero & Negociador
www.hispanoexitoso.com

volver